Veía claramente como ella levantaba su cuerpo para permitir que le abrieran las piernas, así que me estire tomándola de las pantorrillas para abrirla de par en par, eso facilito el trabajo de Mauricio, que lamio con evidente destreza haciendo que mi Yamila comenzara a dar gritos de tanto placer, parecidos a la de una gata en celo.
De pronto vi emerger la cabeza de Mauricio, quien me miro, con su cara húmeda por los jugos de mi hembra. Con gestos y miradas le di permiso o le pedí que se la mandara gardar a la muy caliente de mi mujercita.
El ágilmente se puso detrás de ella, bajándose los pantalones, dejando ver una gruesa verga, por supuesto bien respingada y dura. Yo la vi, y hasta pensé en avisarle a ella, pero deje que la sorprendiera.
La sorpresa a ella le pareció grata, cuando se la apoyo en la entrada de su conchita, mas cuando se la comenzó a enterrar, al parecer lentamente, ella dejo de chupármela, jadeando, resoplando como aguantando la embestida, llegando a mirarme como suplicando que detuviera aquella invasión o quizás que pedía que se la metieran toda…. No se. Lo que si se que ella bramó como ternerita joven, pero se recompuso ante aquella situación, balanceándose al mismo ritmo que se la follaba aquel camionero.
Ya volvía a chuparme por momentos la verga, por momentos levantaba la cara para decirme con sus ojos que estaba gozando a mares o agradecerme con palabras tales como – Gracias, papucho, gracias por ser un degenerado cabron, *****!
Su segundo orgasmo comenzó a hacerla vibrar, haciendo que su cuerpo temblara y sacudiera. Y se salio ágilmente de aquella posición, girando rápidamente, sorprendiendo a Mauricio, cuando le tomo la pija para comenzar a comérsela toda.
Yo estaba por explotar, por lo que la tome suavemente y así despatarrada, la apoye en mi pelvis, clavándole mi dura calentura hasta lo más profundo de su cavada conchita.
Ella daba saltitos sacándosela hasta la mitad y metiéndosela toda, provocando un caliente ruido con los jugos que el otro le había sacado y ahora también me regalaba a mí. Me acabe en un delirio de sensaciones tan profundamente morbosas como satisfactorias.
Mauricio también se acabo, desparramando su leche por la cabina de prolijo camión.
Yamila, lo acaricio, pasando sus manitas sobre los tatuajes de los brazos de su primer macho para trió, a forma de agradecimiento.
Convinimos con Mauricio, que nos visitaría en la Capital, cuando bajara hasta allá, así podríamos devolverle aquella atención que había tenido con los choripanes y las cervecitas.
- Quizás vaya también con mi mujer, porque también tenemos ganas de prendernos en esto.
Partimos de Junín, con la música suave, Yamila no paraba de agradecerme, de contarme detalles de lo que había vivido, como si yo no lo hubiera presenciado.
Se durmió al poco tiempo, profundamente, pacidamente, sabiendo que yo le había prometido, que no seria la única vez, que el vendría, y vendría otros también.
Ella lo vale y se lo merece.